En una sociedad de consumo que basa el bienestar en la posesión y acumulación de bienes, cada vez consumimos más. Pensamos que lo que adquirimos nos ayuda a ser más felices y a vivir mejor.
Esta sociedad está diseñada para beneficiar al 1% de la población creando concentración de riqueza. «Comprando me siento bien». ¿Cuánto tiempo dura esa sensación? ¿Cuánto tenemos que comprar para sentirnos felices? El consumo no es el modo más inteligente para lograr la felicidad desde luego. Obesidad, depresión, adicciones…consecuencias injustas e innecesarias. ¿Cuánta basura se genera para envolver los productos que encontramos en el supermercado? ¿Cuánta basura generamos al día? ¿Qué impacto medioambiental supone las compras que hacemos?
Decimos que el dinero no compra la felicidad, sería conveniente en estos casos preguntarle a alguien que no tiene para darle de comer a su familia y cuando decimos que con el dinero se puede comprar felicidad, deberíamos preguntarle a Mark Zuckerberg. Una vez cubiertas las necesidades básicas el dinero no da más felicidad.
Buthan es hoy día referente mundial por medir la felicidad de sus habitantes, la FIB (felicidad interior bruta) fomenta el bienestar y el pensamiento holístico de sus habitantes.
Buthan – Índice de Felicidad Bruta
Dinamarca presume de contar con más ciudadanos felices, por encima de Suecia o Noruega. ¿Qué características tienen en común estos países? Los beneficios económicos de sus habitantes son el medio y no el fin. Reunirse con la familia, con los amigos, leer y tomar un té junto a la chimenea, el olor a comida recién hecha, el cuidado de sus ciudades, la decoración…Una vida sencilla donde predomina la hospitalidad y el bienestar. En Dinamarca destacan sobretodo las cooperativas de vivienda comunitaria, varias familias que viven en una misma parcela o edificio compartido por todos y con tareas también compartidas. Casas cerca la unas de las otras con personas de todas las edades donde la cooperación es la esencia. La cooperación y solidaridad con los demás hace que las personas se den cuenta de las cosas tan valiosa que tienen para dar entre sí. Un cambio de enfoque por lo que sí se tiene y no por lo que falta, para valorar que lo que se tiene y se puede compartir.